Y aunque lleve 13 años viviendo en Barcelona, la influencia de su tierra natal no ha abandonado a su imaginario, compuesto por ficciones casi mágicas que evocan al surrealismo daliniano y la ilustración victoriana. Ilustración como formato y como corriente ideológica, ya que, como él propio Zambrano reconoce en el catálogo del evento, “soy un ilustrado tardío”. Como prueba, los bocetos al respecto de sus obras, unas representaciones con tendencia a lo didáctico que se asemejan al contenido de un viejo libro, un conocimiento convertido en mistérico por culpa de la tradición conservadora.
Plantas y artefactos voladores, ruinas entre vergeles, paisajes palpitantes atrapados en formas geométricas y mucho movimiento, síntoma de cambio y mundos por descubrir; el caos y el orden compitiendo de forma saludable y sensible, enriquecida por una simbología asequible, una raíces que nos trasladan a la mismísima selva chilena y unas figuras que abandonan el lugar que deberían (o creemos que deberían) ocupar.